El autor escribe #3: Tesoros urbanos

Treasure Chest


Tesoros urbanos

No estaba muy seguro de escribir este post, porque no se relaciona mucho con la literatura y luego me acordé de que tengo esta conveniente sección de “El autor escribe”, donde puedo poner lo que se me antoja. Así que aquí estamos, una vez más delirando sobre las ideas que bailan en mi cabeza, ya de madrugada.

Después de tantos años de pasar horas frente a la tele jugando videojuegos, creo que es normal que se me haya quedado grabada la imagen de un tesoro oculto. Vas caminando por un calabozo y tal vez por accidente tiras una pared con una bomba, para descubrir su secreto: un cofre con dinero dentro. Una idea maravillosa, que por accidente y sin esperarlo te caiga por azar del destino un regalo sin remitente. Simplemente algo que estaba ahí, esperando a ser encontrado cuando pasas y lo encuentras. Fantástico, ¿no?.

En la vida real nunca encontraremos cajitas de madera que contienen dinero, municiones o pociones mágicas. Pero nuestros tesoros consisten de otras cosas, igual de valiosas cuando lo pones en una perspectiva de como transcurre un día normal. Por ejemplo, el primer empujón hacia escribir este pequeño artículo fue un martes de hace dos semanas, cuando me bajé del metro para tomar un camión. La parada estaba repleta de chavitos de preparatoria (Que viejo me escuché), haciendo su típico bullicio y gritando como si se comunicaran a lo largo de un campo de fútbol. Mi sorpresa fue que cuando llegó el camión, yo fui el único que se subió y al darle el dinero al chofer me dejo pasar a un camión vacío. Y no sólo que estuviera vacío, si no que tenía 50 asientos para escoger, me podía sentar en la sombra o en el sol, del lado de la ventana o del pasillo, en el frente o en la parte de atrás. Que demonios, probablemente pude haber bailado breakdance todo el camino hasta mi casa y nadie, jamás se hubiera enterado. Puede no parecer mucho, pero para los que han tomado el transporte público, saben que un camión vacío y climatizado es una joya que pocas veces nos toca.

Un par de días después, precisamente en Viernes 13 de Febrero, después de mi última clase ya cerca de las 6 de la tarde, pase por un pasillo acompañado por aproximadamente unos 100 compañeros más, todos mezclados y caminando como ganado. Yo iba hablando por teléfono cuando noté algo en el piso: un pequeño rectángulo de papel de color verde. No lo podía creer y colgué el teléfono, todavía dudando de mis ojos. Me agaché en medio de la multitud, recogí el papelito y lo extendí para comprobar que ahora era 200 pesos más rico que hacía 30 segundos. Estoy hablando de que el billete estaba lleno de tierra, seguramente llevaba ahí unos 20 minutos y mucha gente lo habría pisado (Igual de irónico, muchos no lo habrán visto por estar viendo la pantalla del celular). Inesperado, increíble y muy bien recibido. Un pequeño tesoro.

La última sorpresa me ocurrió hoy en la tarde y fue cuando decidí a escribir este post. Llegué a una tienda, buscando algo de cerveza (Beban responsablemente). Curiosamente no había de esas canastas de cartón donde te juntan 6 envases de vidrio y tuve que hacer dos vueltas hasta la caja para pagar. Hasta aquí todo normal. Más tarde, cuando la cerveza estaba fría como tu corazón, me di cuenta de un detalle pequeñísimo e insignificante en la segunda botella que estaba por abrir: No pude abrirla. ¿Porqué? Por la costumbre de que ahora todas las botellas de vidrio se pueden abrir girando la tapa sin necesidad de un abre-sodas. Lo intente en vano hasta que me di cuenta que la botella no tenía esta modalidad y una inspección mas cercana me indicó que el envase, y de hecho 5 de los 6 que compré, estaban clasificados como “Retornables”. Para aquellos que no acostumbren beber, les explicaré brevemente: Un envase retornable es más barato que uno No retornable, no tengo ni la menor idea, pero ahora mi pequeño vicio será ligeramente más barato. En resumen: conseguí las botellas caras, al precio de las baratas.

Pequeños tesoros urbanos que no estan encerrados en un cofre bajo llave, ni resguardados por un dragón. Los puedes encontrar si mantienes los ojos bien abiertos.

Nota al pie de página #6: ¿Porqué leer?

Elvis Presley

Ya enserio… ¿Porqué hay que leer?

Hace un par de meses en la Feria Internacional del Libro del 2014 me estaba paseando entre los locales, ya sólo curioseando porque me había terminado mi dinero (Y sin saberlo me condené a comer atún por varios días). En estas ferias las escuelas primarias aprovechan para llevar a los niños de paseo, intentando (Fallando estrepitosamente) que el gusto por los libros se les pegue y no se pasen tanto tiempo en el mundo cibernético. Alcancé a escuchar la conversación entre dos chiquillos, uno de ellos tenía en las manos un ejemplar de Harry Potter y la Piedra Filosofal, dudando si debería comprarlo le pidió su opinión a su compañero y la respuesta fue: “Ay, ¿para que quieres comprarlo?. Ya llevas un libro y aparte hay película de eso. Vamos allá, tienen figuritas de papel de Iron Man, mejor guarda ése dinero y nos compramos unas de ésas”.

Tal vez si tuviera un poco más de audacia le hubiera dicho al niño que no le hiciera caso a su amigo, que comprara lo que quisiera y que Harry Potter era una excelente saga para leer, pero… ¿Quién puede resistirse a una figurita de Iron Man hecha de papel? De haber estado en la posición de aquel chavito, probablemente también hubiera regresado el libro a su lugar y preferido una figura del superhéroe de moda. Eso me dejó pensando en la gran pregunta: ¿Porqué leer?.

La respuesta rápida y típica es por que la lectura te hace más inteligente, más creativo. Por que es un buen hábito, por que es cultura, pero honestamente este tipo de respuestas se me hacen trilladas. Sí son ciertas, pero hay otras formas de hacerse más inteligente, hay otros métodos (¿Más efectivos?) de despertar nuestra creatividad. Éstas son las razones que les dan a los niños en las escuelas para que se sienten en silencio, abran un libro sin dibujos y lean 200 páginas de algo que un desconocido escribió hace quién sabe cuantos años atrás… ¿Y de verdad esperan que cambien el mundo del cine y la televisión por una descripción tan pobre de algo tan maravilloso?

Cada persona que lee por gusto (Cualquiera habrá leído un libro, pero por obligación) tiene un motivo especial y diferente de por que busca refugio entre páginas. Cada quien empezó de una manera diferente, algunos por error un día se interesaron en el libro correcto, otros veían como sus familiares se pasaban horas con un libro en la mano, algún despistado dejó un ejemplar de Hamlet en la banca de un parque para que alguien lo recogiera y se interesara en el. Ahora, volviendo a la pregunta de hecho quisiera cambiarla un poco y hablar de mi persona y mi respuesta a por que leer.

Yo leo para olvidarme un rato de la realidad: En el mundo de hoy hay mil cosas malas, cosas fuera de nuestro control y mucha gente que cree que quejándose el problema desaparece. Me causa mucho estrés innecesario preocuparme por asuntos que no dependen directamente de mi y sin embargo la gente no deja de hablar de estos hechos. Por eso a veces siento que un mundo ficticio, escrito por alguien del otro lado del mundo, es una especie de portal hacia una dimensión fantástica donde todo puede pasar y ya sea para bien o para mal, al cerrar el libro, termina la historia y los problemas desaparecen (Junto con sus soluciones).

Leo por que no conozco un entretenimiento de mejor calidad, mi ego me hace pensar que los mundos que imagino son tan perfectos que no hay nada en la televisión que los pueda superar. Creo firmemente que cualquier cosa dentro de mi cabeza no tiene comparación con cualquier efecto especial que se le pudo haber ocurrido a algún director de Hollywood. (Sí, imaginar conejitos rosas bailando cumbia es una idea mucho más fascinante que las películas de Michael Bay).

Me gasto gran parte de mi dinero en libros, no por que se vean bonitos en mi librero, ni por que las portadas me parezcan curiosas, ni por que una saga esta de moda y todos la traen. Me paso horas pensando en que leer a continuación por que ya se ha convertido en mi estilo de vida, no me interesan los programas de chismes, ni temas huecos. No les encuentro la gracia y antes preferiría leer 50 Shades of Grey que ver lo que hizo Kim Kardashian la semana pasada. (Comparando mala literatura con el peor programa en la historia de la humanidad).

Pero claro, habrá quien lee por otras mil razones y todas son correctas, lo importante es traer un libro en la mochila, traer mundos en las manos, esperando a ser descubiertos y explorados.

El eco de los libros #2: Nuestros personajes

Don Corleone

“Nunca dejes que nadie fuera de la familia sepa lo que estas pensando”.

– Don Vito Corleone


Algo que inconscientemente hacemos al momento de leer un libro es adoptar las costumbres, los ademanes, palabras y a veces hasta frases completas de los personajes. Por ejemplo, si estas leyendo un misterio (tal vez) habrás sentido en algún momento del día una paranoia inexplicable, como si alguien te observara. Uno de los que más se repiten es el caso de Sherlock Holmes: Cuando la gente lo lee, empieza a fijarse más en los detalles a su alrededor, tal y como lo hace el legendario detective. Se interesan en los aspectos más insignificantes de las personas, esperando encontrar así pistas sobre sus vidas, sólo porque sí.

Claro que estoy hablando en general y entiendo que no a todos les pasa. Es una forma de expresar nuestro gusto por la literatura y es bastante divertido adoptar las formas de personajes ficticios por un rato… aunque hay algunos que nos dejan una marca permanente, es precisamente de lo que quiero hablar hoy.

Hace ya varios años que leí El Padrino, fue de las primeras obras más serias que compré. Una obra sin fantasía, ni robots, ni ciencia ficción. Es la historia sobre la búsqueda del poder, de como El Padrino siempre alcanza lo que quiere, sin importar cuantas personas haya que… hum… persuadir.

Así que claro, siendo joven a uno le encanta la idea de el poder, la idea de tener influencia sobre la ley. La idea de poder mandar a nuestro antojo. Claro que cuando lo terminé sabía que yo no era un mafioso con cientos de hombres a mi mando (Lamentablemente ni siquiera mi perro me hace caso) Pero lo que si se me quedo grabado de manera permanente hasta el día de hoy, es la frialdad con la que Vito Corleone trata negocios. Su elegante forma de hacer creer al otro que la idea planteada por parte de él (Corleone) era la mejor. El manejo de las palabras, el juego del lenguaje y la persuasión “por las buenas”.

En alguna ocasión hace ya tiempo, una mañana gris y de lluvia ligera el tráfico estaba a tope, los carros apenas se movían y debido al pavimento mojado conté no menos de 7 choques en un tramo de 6 kilómetros entre mi casa y la universidad. Por asares del destino (Porque me distraje 2 segundos) no tuve oportunidad de frenar oportunamente y alcance a golpear la defensa del carro que tenía delante, pero con “golpear” me refiero a “muy ligeramente tocamos nuestras defensas correspondientes”.

Siguiendo el protocolo lógico maldije unas cuantas palabras dentro de mi carro mientras buscaba los papeles del seguro mientras el dueño del Tsuru 1998 ya estaba (Según él) analizando los daños a nuestras respectivas propiedades. Cuando me baje yo no alcanzaba a notar ningún daño aparente, las defensas ni siquiera se habían abollado, no había ni una sola raspadura visible, pero mi contraparte, queriéndose aprovechar de mi e intentando lo que yo consideré como intimidación me dijo: “Uy chavo, espero que tengas seguro”, yo no entendía porque, pero ya sospechando un chantaje, le dije que mis papeles estaban en orden, que con una llamada algún representante de la aseguradora estaría con nosotros en cuestión de minutos. El señor no se iba a dar por vencido tan fácilmente y me decía: “Sí, que bueno que tienes seguro… mira, mira ésta marca yo no la tenía cuando salí de mi casa, tu carro la hizo y ahora vas a tener que pagar al menos 700 pesos de pintura”.

A estas alturas ya me había percatado de la estafa que el sujeto pretendía, yo insistí en llamar a mi seguro y arreglar todo de la manera correcta, pero antes me propuso que si yo le daba 500 pesos, dábamos por terminado el asunto y no perdíamos más tiempo. Recordando y adoptando momentáneamente las costumbres de Corleone me enderecé, poniéndome tan derecho como pude, lo miré a los ojos y le dije seriamente: “Señor, usted puede hacer lo que quiera. Yo llamaré a mi seguro y dejaré que ellos se encarguen de su trabajo. Además no tengo en la bolsa más que 37 pesos para mi desayuno y unas copias que necesito sacar”

Para este punto me estaba mordiendo la lengua para no solar una carcajada, el día anterior me habían pagado y todavía traía parte del pago en la cartera, pero mi técnica funcionó, el señor se dio cuenta de que yo no iba a caer en su truco barato y con mala cara se subió a su carro (Que no había sufrido ningún daño) y se fue sin decir una sola palabra más.

Capítulo 10: You get so alone at times that it just makes sense

You get so alone at times that it just makes sense, Charles Bukowski. 1986


You get so alone at times that it just makes sense

“Agony sometimes changes form, but it never ceases for anyone”. (La agonía a veces cambia de forma, pero nunca termina para nadie).

¿Sobre qué es?

Hay muchas razones por las que un autor puede ganarse fama mundial, puede ser que rompa estándares actuales, puede ser que el universo que escriba sea algo completamente nuevo, tal vez sea su redacción ó los personajes que crea para sus libros. (Últimamente los autores más conocidos son porque son pésimos).

El señor Charles Bukowski entra en una categoría muy diferente, no se bien cual es, porque no tengo todas las respuestas del mundo, pero si de mi dependiera clasificarlo con una etiqueta, le pondría “Poesía alternativa”. (Similar a Yellowcard, que es rock alternativo). Bukowski no escribe poesía romántica como lo hizo Cummings o más recientemente Neruda, en realidad Bukowski disfrutaba una vida de excesos: Alcohol, mujeres y apuestas. Él no era un escritor pretencioso, exagerado y de grandes egos… era simplemente un norteamericano que se sentaba frente a su máquina de escribir junto con una botella de licor, golpeaba las teclas según lo que pensaba, lo imprimía y la gente pagaba por leerlo. (Traducción: El señor se emborrachaba, escribía lo que quería y a la gente le gustaba).

En mi opinión…

En resumidas palabras, Bukowski se me hace extraordinario. Creo que la honestidad de su obra viene de su pasado, muchos años vivió como vagabundo, sin tener dinero para comer, mucho menos para pagar un lugar decente donde dormir. Pasó por tiempos muy difíciles que pocos entenderíamos y sin embargo, él nunca dejo de enviar su trabajo a periódicos y editoriales, con la esperanza de que alguien lo publicara y poder ganarse algo de dinero. La fama lo tomó por sorpresa y en muchos de sus poemas el dice no entender el fanatismo de la gente, no se explicaba por que tenía una fila de mujeres queriendo pasar una noche con él.

Al momento de escribir no se guarda nada, describe bares y tabernas de mala muerte, de su tiempo en la calle, del hambre que sentía y todo eso lo logra captar de una manera precisa en poemas bastante cortos. Claro que después, cuando se hizo famoso, empezó a escribir de cosas un poco más alegres, pero manteniendo su honestidad y estilo original.

Léelo sí…

Léelo si eres joven ya sea por edad o en el alma. Si te consideras bohemio y disfrutas de la vida por la noche, si el alcohol es tu amigo. Léelo si por algún motivo en especial te interesa conocer la vida de un hombre que alcanzó fama internacional, pero nunca dejo de ser él mismo, ni dejo atrás una vida… eh… “simple”.

Reseña final

87/100, ya decía que no es la poesía romántica que tanto gusta a las chicas de preparatoria. Leer a Bukowski es como sentarte al lado de un desconocido en un bar y ya entrado en tragos te cuenta su vida. Encantador por un rato y al día siguiente quieres saber más de él.

Nota al pie de página #5: 2014

Casillas


2014

Si tuviera que elegir una fotografía que resumiera lo que el 2014 significó para mi, ésta se acerca bastante: Vemos a Iker Casillas arrodillado en el piso, sin ganas, empapado de sudor y derrotado. Acaba de recibir otra anotación para el escandaloso resultado de 5-1 en contra de España… y el juego aún no terminaba en el momento que le tomaron esa fotografía. Sólo puedo suponer que estaba deseando irse a dar un baño, descansar y esperar que el siguiente partido todo mejorara.

Gran parte de mi año fue casi eso, secuencias de malas noticias entre las cuales (De vez en cuando) se colaba alguna buena para intentar mantener un equilibrio, pero la mayoría de las veces las cosas malas y desagradables superaron a las buenas. Lamento mucho que este año escribí más tragedias que fantasías.

En este momento son las 2:06 AM del 23 de Diciembre del 2014, (Aunque no publicaré esta nota hasta el 29 de Diciembre) creo que ya es bastante seguro decir que en los próximos días no pasará nada lo suficientemente increíble para que mi percepción del 2014 cambie. Así es como pasaron los últimos 12 meses y no ha sido fácil aceptarlo, no estaba acostumbrado a semejante arrastrada emocional. No me lo esperaba, ni mucho menos lo veía venir, de igual forma que la selección de fútbol Española no sabía que iba a ser uno de los peores ridículos en la historia de la Copa Mundial de Fútbol.

Lo fácil es decir: “Hey, ya vendrán tiempos más felices”, o el típico “Es una etapa, a todo el mundo le pasa” y si se fijan, esas frases siempre las dicen quienes no tienen manera de experimentar el estado actual en el que a veces nos encontramos. Los libros también lo dicen. Al final, para bien o para mal, el personaje principal encuentra paz. Puede ser incluso que la encuentre sólo después de la muerte, pero siempre la alcanza. Siempre hay una solución mágica, una pista que paso desapercibida, siempre hay un plan maestro para hacer que las cosas mejoren.

La gracia, es que nuestras vidas no son un libro (Por más que nos duela aceptarlo) no podemos adelantarnos capítulos, ni arrancar hojas, ni presionar botones en un control misterioso como Adam Sandler en Click, para hacer que el tiempo transcurra hacia “tiempos más felices”. Como humanos (Como lectores, deportistas, maestros, estudiantes, arquitectos…) nos tenemos que levantar todos los días y enfrentar lo que la página del día de hoy nos tiene preparado.

¿Será entonces que de verdad las cosas mejoren? Muy probablemente sí, pero no tenemos la certeza de cuando. Quiero cerrar la semana, junto con el mes y (Por fortuna) el año con el fragmento de un poema del inmortal Charles Bukowski: It’s ours. Por lo pronto muchísimas gracias por seguir el blog, sigan esperando reseñas, comentarios y críticas… por muchos años más.

“That gentle pure space is worth centuries of existence.”

Capítulo 9: The telling room

The telling room, Michael Paterniti. 2013


The telling room

“Learn to listen to this silence, because it will tell you many things, unimaginable things, things of great beauty and meaning.” (Aprende a escuchar el silencio, porque te contará muchas cosas, cosas inimaginables, cosas de gran belleza y significado).

¿Sobre qué es?

Hacer la reseña y crítica de este libro me cuesta trabajo, incluso en estas primeras líneas que se supone son a manera de introducción. Me es difícil porque éste en particular es en definitiva e indiscutiblemente el mejor libro de los 13 que leí en el año. (A fines del 2013 me propuse leer más de un libro por mes, pero 13 se me hacen todavía pocos).

Al principio no fue fácil porque el autor, Michael Paterniti, es un columnista norteamericano y el libro tiene ciertos toques y ciertos momentos en los que no sabes si estas leyendo un artículo en el periódico ó un libro, pero cuando me acostumbre a estos ligeros cambios (Tampoco son muchos), pude disfrutar realmente la historia. Y antes de que lo olvide, es muy importante resaltar que es un libro biográfico, todo lo que sucedió y lo que nos cuentan pasó en realidad, a principios del nuevo milenio.

Ahora sí, sobre el libro: Michael es un crítico culinario que trabaja para un periódico y por azar del destino un día se le cumple su deseo adolescente (Cuando uno es joven no tiene dinero para hacer la mitad de las cosas que quiere hacer.) de conocer lo que llegó a ser el queso #1 del mundo, cocinado por un español viviendo en un pueblito a casi 200 kilómetros de Madrid. El pueblo se llama Guzmán y tiene menos de 100 habitantes, pero Ambrosio Molinos de las Heras se encargó de que el mundo se enterara de que Guzmán seguía en el mapa. Todo se desencadena por el queso hecho con la receta de su familia. (Tengo una tía que hace una pasta increíble…)

Podría parecer que un “simple” queso es demasiado para redactar un libro, sí, pero Páramo de Guzmán no fue un queso común y corriente, ganó todos los festivales que se podían ganar, fue llevado ante los Reyes de España y celebridades internacionales pagaban lo que fuera por tener en su mesa un trozo de tan legendario platillo.

Por supuesto, cuando algo llega a tener tanto éxito, hay dinero de por medio y con eso se pueden romper amistades de toda la vida, se crean conflictos y promesas de venganza, traiciones y odio que dura por muchos años.

En mi opinión…

Se estarán preguntando ¿Y porque catalogo esto como el mejor libro leído en el año?. La respuesta es fácil: Por los mensajes que se entregan en 344 páginas. Uno de ellos, posiblemente mi favorito, es que si cada día nos levantamos a trabajar y hacer nuestros deberes solo porque sí, puede ser que lo que hagamos no tenga ninguna trascendencia en el curso del mundo. En cambio, si ponemos un poco de corazón, si nos entregamos a nuestras labores, si dejamos que la pasión nos mueva… bueno, cosas fantásticas estarán a la vuelta de la esquina.

Michael viaja miles de kilómetros para probar el queso, pero se encuentra con Ambrosio y su filosofía de vida, le agrada tanto que decide mudar a su familia por un año a Guzmán. Aprenden a vivir como auténticos españoles, encuentran tiempo para pasar en familia, lejos de la tecnología, lejos de los teléfonos inteligentes y la televisión con sus programas basura. Realmente crean lazos entre ellos y más importante, lazos entre dos culturas completamente diferentes, dispuestos a aprender todo lo que puedan de quién se deje en un pueblo con una milésima parte de la población de Portland.

Léelo sí…

Si tu vida depende de una de las ramas del arte, en donde quisiéramos poder vivir de lo que hacemos, pero a veces no nos basta. Léelo si crees que nuestra sociedad se ha corrompido por la velocidad a la que vivimos. Léelo si estudias artes culinarias, si conoces de vinos y comida gourmet. Para este libro en particular te diré: Léelo, porque te lo recomiendo yo.

Reseña final

93/100, existe un detalle en el transcurso del libro: Tiene demasiadas (DEMASIADAS) notas al pie de página. Llega a ser absurdo y si te detienes a leerlas, pierdes el hilo de la historia, se te olvida por completo lo que esta pasando y tienes que re-leer varios renglones para recordar en que te quedaste. Es ridículo que en una página sólo hay 4 renglones de narración y el resto de la página es dedicado a notas al pie de página. Fuera de eso, es un maravilloso libro.

El autor escribe #2: Los mejores tacos de la ciudad

Avengers and Shawarma


Los mejores tacos de la ciudad (Y la hora correcta para comerlos)

De vez en cuando me encuentro a mi mismo, sentado en algún lugar completamente ajeno a mi, sin estar muy seguro de que estoy haciendo ahí. El cumpleaños número 23 de una amiga fue una de esas ocasiones.

Me dice el nombre del lugar, sigo sin tener ni idea de dónde es. Me dice como llegar, y es como si me hablara de una ciudad completamente distinta. Se aburre de mi ignorancia y me dice: “Nos vemos a las 8 en tal lugar, de ahí nos vamos.” Ahora sí nos entendemos, ¿Era tan difícil?.

No estaba muy seguro de querer ir, pero por ser su cumpleaños y bajo la promesa de que irían sus compañeras de la oficina, accedí (Y hasta con gusto). Antes recogí a un par de amigos, quienes no pueden escuchar las palabras “Bar, cumpleaños y alcohol” porque inmediatamente se prestan voluntarios para la encrucijada que se presentaba esa noche. Tan sólo llegar al dichoso bar fue toda una aventura y es que no hay nada tan frustrante como transitar calles desconocidas, con tres personas que te dan indicaciones completamente diferentes al mismo tiempo, tuvimos suerte de que nos respetaron la reservación. (Llámenlo suerte, yo le llamo “Llegar demasiado temprano”). Nos sentamos y empezamos a beber en el nombre de nuestra amiga y su 23º aniversario, y poco a poco los demás invitados empezaron a llegar.

Incluso conocimos a Víctor, quién por azar se sentó a mi derecha y bebía como si fuera el fin del mundo. Se emocionaba con cualquier comentario tonto que yo hacía y cuando terminaba de reír, levantaba su vaso y gritaba a pulmón abierto: “¡¡SALUUUUUD!!”. Si alguna vez necesitan un mejor amigo por una noche, los gigantes de barba bajo los efectos del whisky son los mejores candidatos. De todas formas el gusto casi ni nos duro, porque el trato del bar fue de los peores que he recibido. Mi amiga tomó el dinero, se lo dio al primer mesero que iba pasando, le dijo una que otra cosa que pudiera no ser muy agradable (Y éste no es el blog indicado para contarles) y nos fuimos. El reloj no marcaba ni las 11 pm.

Nos reunimos en el estacionamiento (Ni rastro de mi nuevo mejor amigo Víctor), y quienes estábamos sobrios (Ósea quienes teníamos el deber de manejar) hicimos un pequeño comité improvisado, mientras los compañeros que sucumbieron ante la magia del alcohol medio bailaban entre los carros, medio hacían esfuerzos descomunales por no caerse. A fin de cuentas, y de manera democrática decidimos seguir la fiesta en casa de quién se festejaba. Lo único que no planeamos es que el pueblo (Tanto sobrios, como alcoholizados) no había cenado nada y tres bolsas de papitas no iban a alcanzar para todos los presentes.

Hicimos lo que pudimos (Con eso me refiero a que nos acabamos toda la comida en tiempo récord) con lo que compramos en una de esas tiendas que abren las 24 horas del día y cuando el alcohol ya no dominaba en los cuerpos de los invitados, por ahí de la 1:30 am y una vez más apelando a la democracia, decidimos aventurarnos a buscar un puesto de tacos. La gran suerte es que ahora sí conocía los rumbos, sus calles y los atajos lo suficientemente bien para llegar a uno de mis restaurantes favoritos de la ciudad.

Consistiendo en un carrito estacionario con un asador y un comal lleno de aceite, juntamos las mesas de plástico rojas y pedimos un banquete digno de cualquier cumpleaños. Tacos de trompo, de bistec, papas asadas y refrescos para todos. La cumpleañera consiguió lo que quería: Festejarse en compañía de sus amigos cercanos (Y uno o dos colados), comida y risas para todos.

Los tacos, a la mitad de la noche con amigos, siempre saben mejor.

El autor escribe #1: De sushi y billar

 Pool game


El autor escribe

Porque a veces creo que el blog de cruda literaria no tiene ya bastantes temas variados, hoy decidí abrir una nueva sección, donde el autor (Ósea yo, Héctor Villalobos) escribiré sobre cosas que pasan a diario. No son extraordinarias, ni fantásticas. Puede que ni siquiera parezcan interesantes para algunos de ustedes, pero son hechos que me gustaría dejar archivados en la infinidad de internet, con la esperanza de que alguien los encuentre y se divierta leyendo mis delirios.

De sushi y billar

Todavía pensando en como terminará el 2014, revolviendo las memorias en mi cabeza y viendo el diario fotográfico en el que se convirtió mi celular, me encontré con que fue a principio de éste año cuando aprendí a jugar billar:

Era una noche bastante floja, donde un par de amigos y yo cenábamos sushi en el restaurante de un pelón que parecía un villano de Breaking Bad. No eran ni las 9 de la noche cuando nos quedamos sin que hacer, lo curioso es que cuando mi estómago esta lleno (Cuando es feliz), mi cerebro empieza a imaginar cosas, para este caso en particular, viendo los palitos chinos (Palitos chinos en un restaurante de comida Japonesa) imaginé que eran los tacos usados en las mesas de billar. Casi sin pensarlo dije en voz alta: “Wey, deberíamos ir a jugar billar” y la única respuesta lógica, por parte de uno de mis acompañantes fue: “No wey, te pongo una arrastrada”.

Sobra decir que entre los hombres, especialmente quienes nos conocemos de muchos años, existe una rivalidad sin fundamentos, casi siendo el pilar de una amistad duradera. Misma que se basa en insultos creativos, “bullying” y mensajes de texto no aptos para menores de edad. Yo jamás había puesto un pie en un bar/billar, mucho menos tenía idea de como jugar, pero al escuchar ese reto de: “No porque te humillaré en el juego”, me paré del asiento como si mi vida dependiera de ello, pagamos la cuenta y salimos a la calle, en busca de algún lugar donde pudiéramos jugar billar.

Bastó un viaje de 10 minutos hasta encontrar un bar de dos pisos en donde las palabras se convertirían en hechos, en donde entré como un niño y salí… derrotado de una manera humillante, recuerdo que en mi primer tiro la bola blanca saltó de la mesa y se fue rodando, donde alguien me la dio en la mano con una sonrisa, varias mesas lejos de la nuestra y en su mirada pude leer una expresión de “típico novato”. Ni hablar, así pasa a veces.

Una noche se convirtió en muchas, tantas que uno de los encargados del establecimiento hasta nos conoce de nombre, sabe lo que queremos tomar y se ríe de nuestros chistes y discusiones que no llevan a ningún lado, sabiendo él que nunca discutimos en serio. (No puedo expresar con palabras la sensación de entrar por la puerta principal, saludar a Mike y decirle: “Wey, una jarra de lo de siempre, por favor”).

Nota al pie de página #4: El librero

El librero

Mi librero


Hoy desperté como cualquier otro día, revise mi teléfono y me hubiera dado vergüenza la hora que vi, de no ser porque estoy de vacaciones (11:39 am). Me senté en la orilla de mi cama, me puse los lentes y lo siguiente que vi no lo podía creer.

Ya no debería de comprar más libros, ya no tengo donde ponerlos. Sin darme cuenta en dos años agoté el espacio que me podía permitir para guardarlos. Novelas, referencias, arquitectura, música, cómics, decoración, regalos y hasta tequila. Creo que un librero es el reflejo del dueño y es completamente válido tapizarlo exclusivamente de un solo tipo de libros y que todos traten del mismo tema, pero ¿Cuál es la diversión en eso?. No, mi librero es una mezcla de muchas cosas que parecieran no tener relación entre ellas, pero al ponerlas todas juntas (Y sin tener la intención de) formé una colección tangible de recuerdos, son el reflejo de cosas que han pasado en los últimos dos años.

Probablemente para cualquier persona leyendo este artículo, no sean más que un montón de libros y algunas cosas, sin mucho significado para ustedes pero si voltean a ver su propia colección creo que entenderán de que estoy hablando.

Primera colección

De esto se componía mi colección a principios del 2012, bastante básica y simple. No tenía caso buscarle un lugar grande a 11 libros y una figurita de Don Corleone, por lo que la repisa al lado de la caja de contactos en mi cuarto viejo me pareció el mejor lugar en donde poner mi casi inexistente colección de libros.

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Más tarde, cuando seguí comprando libros y encontrando otros que creía perdidos, esa repisa se volvió obsoleta. Decidí poner algunas más pero no calculé (Ni siquiera tenía idea) de la rapidez con la que mi colección crecería, entonces estas nuevas repisas tuvieron muy poco tiempo de utilidad, en un lapso de tal vez 7 meses las tapicé de cosas. La diferencia es que ya no fueron solo novelas, si no que le agregue mi colección de discos (Porque soy de esos bichos raros que no descargan su música de internet) y empece a comprar algunos tomos pesados sobre arquitectura sustentable. Ya entonces tenía la idea de que no tenía interés en juntar un montón de novelas y cuentos y llamarlos colección, si no que quería nutrir mi cuarto y un posible librero de recuerdos y cosas que tuvieran algún significado (O ninguno, pero que se vieran como bonitas decoraciones).

Después de algún tiempo me cambié a otro cuarto de mi casa, uno con más espacio y finalmente pude permitirme tener un librero. Ingenuamente creí que con eso resolvería mis constantes problemas de espacio por comprar más libros, pero nunca me había dado tanto gusto equivocarme. Mi colección de momentos nunca dejará de crecer y siempre tendré que buscar nuevas formas de acomodo.  Además de que si veo un espacio vacío buscaré algo con que llenarlo, ya sea una fotografía, una estatua, figuritas de lego o botellas de cerveza vacías.

On top of everything

No sé porque al ver la parte más alta de mi librero me inquietaba el vacío, como si fuera la terraza de un edificio en donde el espacio se puede ocupar, así mismo puse cosas encima de mi librero. La caja verde esta llena de cómics (Más problemas de espacio, porque pronto necesitaré otra caja). El patito de hule es de esos elementos que tengo “porque creo que se ven bien”. Siéntanse libres de juzgarlo. Y la colección de discos es lo mismo que la de libros: Hay de todo, desde Journey, hasta Allison. (Y porque no decirlo… también algo de Taylor Swift).

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No me puedo permitir no mencionar la estatua de Don Corleone, porque ha viajado desde una repisa al lado de la caja de contactos, hasta el punto central en mi librero, es la frontera entre los libros de arquitectura y las obras de Mario Puzo.

unnamed-3 Más abajo es en donde las cosas no se ven tan amontonadas y hasta hay un pequeñísimo hueco, hasta el momento no tengo intención de llenar ese lugar, pero probablemente mi opinión cambie en los próximos días. Un par de películas y mis libros más pequeños (Contrastando con los más grandes) son los que cierran mi colección.

Capítulo 8: Breves relatos de un regiomontano cualquiera

Breves relatos de un regiomontano cualquiera, Luis Manuel Garza. 2012


Breves relatos de un regiomontano cualquiera

“Este libro contiene historias, más no es un libro de historia. Da lo mismo, no se trata de documentar sucesos, sino de platicarlos.”

¿Sobre qué es?

He leído libros de diversos temas, autores de diferentes épocas, personajes con distintas historias y aún así, si alguien me pidiera comparar éste libro en particular con otro, tendría que quedarle mal por que tiene varios elementos únicos. Es un libro escrito por un abogado regiomontano (Nacido en Monterrey, Nuevo Léon) y no sigue un tema fijo, si no que divaga entre 10 historias diferentes, sin relación entre ellas y a veces ni siquiera conocemos al personaje principal.

Sí, gran parte se desarrolla en Monterrey, pero creo que cualquier mexicano se sentiría identificado con al menos una de estas historias, son anécdotas que nos pudieron pasar a cualquiera, algunas parecieran demasiado fantásticas para ser ciertas, pero el país en el que vivimos (Además de que nuestra gente es muy inquieta), nos da una infinidad de posibilidades, para bien o para mal.

En mi opinión…

Cada capítulo es una nueva historia, cada historia muy diferente a la anterior, cada una con una lección aprendida. El autor tiene una capacidad impresionante para contarnos de su vida de la misma manera que un amigo nos cuenta como estuvo su semana, mientras nos tomamos una cerveza en el bar. En cierta forma, leer a Garza es como compartir unos tragos con él (Risas garantizadas).

Para los ciudadanos de Monterrey (Pa’ la raza regia), es sumamente entretenido ver como lugares conocidos, escuelas, calles y tiendas forman el contexto en un libro, pero insisto en que no se cierra a sólo esta audiencia en particular.

Léelo sí…

Si tienes familia en Monterrey, si alguna vez lo has visitado o si tienes el placer (¿Placer?) de vivir en ésta ciudad. Léelo si te encanta cuando alguien te cuenta historias, si te gusta escuchar lo que las personas tienen que decir. Léelo también si por casualidad estas cursando la carrera de Derecho ó si simplemente estas buscando un libro ligero y fresco para el descanso de Navidad.

Reseña final

80/100, es increíble como cosas tan simples son contadas de una manera tan… única, tomando en cuenta que estas historias le pudieron pasar a cualquiera. Muy recomendable para lectores que van empezando su trayecto en el mundo literario.