Tesoros urbanos
No estaba muy seguro de escribir este post, porque no se relaciona mucho con la literatura y luego me acordé de que tengo esta conveniente sección de “El autor escribe”, donde puedo poner lo que se me antoja. Así que aquí estamos, una vez más delirando sobre las ideas que bailan en mi cabeza, ya de madrugada.
Después de tantos años de pasar horas frente a la tele jugando videojuegos, creo que es normal que se me haya quedado grabada la imagen de un tesoro oculto. Vas caminando por un calabozo y tal vez por accidente tiras una pared con una bomba, para descubrir su secreto: un cofre con dinero dentro. Una idea maravillosa, que por accidente y sin esperarlo te caiga por azar del destino un regalo sin remitente. Simplemente algo que estaba ahí, esperando a ser encontrado cuando pasas y lo encuentras. Fantástico, ¿no?.
En la vida real nunca encontraremos cajitas de madera que contienen dinero, municiones o pociones mágicas. Pero nuestros tesoros consisten de otras cosas, igual de valiosas cuando lo pones en una perspectiva de como transcurre un día normal. Por ejemplo, el primer empujón hacia escribir este pequeño artículo fue un martes de hace dos semanas, cuando me bajé del metro para tomar un camión. La parada estaba repleta de chavitos de preparatoria (Que viejo me escuché), haciendo su típico bullicio y gritando como si se comunicaran a lo largo de un campo de fútbol. Mi sorpresa fue que cuando llegó el camión, yo fui el único que se subió y al darle el dinero al chofer me dejo pasar a un camión vacío. Y no sólo que estuviera vacío, si no que tenía 50 asientos para escoger, me podía sentar en la sombra o en el sol, del lado de la ventana o del pasillo, en el frente o en la parte de atrás. Que demonios, probablemente pude haber bailado breakdance todo el camino hasta mi casa y nadie, jamás se hubiera enterado. Puede no parecer mucho, pero para los que han tomado el transporte público, saben que un camión vacío y climatizado es una joya que pocas veces nos toca.
Un par de días después, precisamente en Viernes 13 de Febrero, después de mi última clase ya cerca de las 6 de la tarde, pase por un pasillo acompañado por aproximadamente unos 100 compañeros más, todos mezclados y caminando como ganado. Yo iba hablando por teléfono cuando noté algo en el piso: un pequeño rectángulo de papel de color verde. No lo podía creer y colgué el teléfono, todavía dudando de mis ojos. Me agaché en medio de la multitud, recogí el papelito y lo extendí para comprobar que ahora era 200 pesos más rico que hacía 30 segundos. Estoy hablando de que el billete estaba lleno de tierra, seguramente llevaba ahí unos 20 minutos y mucha gente lo habría pisado (Igual de irónico, muchos no lo habrán visto por estar viendo la pantalla del celular). Inesperado, increíble y muy bien recibido. Un pequeño tesoro.
La última sorpresa me ocurrió hoy en la tarde y fue cuando decidí a escribir este post. Llegué a una tienda, buscando algo de cerveza (Beban responsablemente). Curiosamente no había de esas canastas de cartón donde te juntan 6 envases de vidrio y tuve que hacer dos vueltas hasta la caja para pagar. Hasta aquí todo normal. Más tarde, cuando la cerveza estaba fría como tu corazón, me di cuenta de un detalle pequeñísimo e insignificante en la segunda botella que estaba por abrir: No pude abrirla. ¿Porqué? Por la costumbre de que ahora todas las botellas de vidrio se pueden abrir girando la tapa sin necesidad de un abre-sodas. Lo intente en vano hasta que me di cuenta que la botella no tenía esta modalidad y una inspección mas cercana me indicó que el envase, y de hecho 5 de los 6 que compré, estaban clasificados como “Retornables”. Para aquellos que no acostumbren beber, les explicaré brevemente: Un envase retornable es más barato que uno No retornable, no tengo ni la menor idea, pero ahora mi pequeño vicio será ligeramente más barato. En resumen: conseguí las botellas caras, al precio de las baratas.
Pequeños tesoros urbanos que no estan encerrados en un cofre bajo llave, ni resguardados por un dragón. Los puedes encontrar si mantienes los ojos bien abiertos.